Jorge Verstrynge (Tánger, 1948) parece más un personaje de Kipling o de la película Casablanca que un político o expolítico.
De secretario general de Fraga a mentor ‘neogaullista‘ de Pablo Iglesias; de angelote de derechas a ‘escracheador‘ y apaleado por las fuerzas del orden a las puertas del Congreso. Y sobre todo, chavista hasta las cachas y admirador rendido de la dictadura venezolana, a la que ha asesorado.
Consecuencia de esas labores tan bien remuneradas por el régimen chavista, en las que no estuvo solo, es que la actual Asamblea de Venezuela, controlada por la oposición democrática, pide la colaboración de Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y del propio Jorge Verstrynge, entre otros, para aclarar si Podemos se financió con dinero del Gobierno de Hugo Chávez, y ya ha abierto oficialmente una investigación.
Podemos siempre ha negado que el Ejecutivo venezolano le financiara. Sin embargo, Freddy Guevara, presidente de la Comisión de Contraloría, quiere saber si los 7,16 millones de euros que recibió el Centro de Estudios Políticos y Sociales entre 2003 y 2011, vinculado a los tres españoles, sirvieron luego para impulsar al partido, que nació en 2014.
Con poca visión a tenor de la situación que atraviesa el país durante estos años, sentenciaba Verstrynge:
«Los venezolanos vais por el buen camino. Es un país asentado con una industria asentada, con una estructura de clases medias… De lo más bonito que he visto en Venezuela es a la gente alegre».
No se puede negar lo evidente y buena prueba de ello es este vídeo en el veterano profesor de políticas hace unas esperpénticas declaraciones a una televisión venezolana:
«Venezuela está haciendo lo que en Europa fue el equivalente a la Revolución francesa».
«Ojalá salga adelante por el bien de América latina».
Ante la crisis mundial que comenzaba a asolar el mundo en 2008, cuando el politólogo realizó esta intervención, sostenía:
«Venezuela es el país al sur del Río Grande que mejor va a poder encajar la crisis. Ha creado un sector público importante, de empresas públicas estratégicas».
Todo lo envolvía en un alegato en favor de las estructuras públicas frente a la iniciativa privada:
«El Estado tiene que poder reservarse palancas para crear empleo en un momento determinado. Están creando un sector bancario estatal que es importante».
