El vídeo de 3 minutos que ha curado a miles de nacionalistas

Como es sabido, una relevante parte de la opinión pública catalana considera que «España nos roba» y que, para evitarlo, debieran contar con una total independencia fiscal. Son aún más aquellos catalanes a los que les gustaría gozar de esa independencia fiscal pero sin tener que romper con los negocios y mercados que realizan con el resto de España. ¿Es cierta tal premisa?, ¿cuánto roba España a Cataluña?.

En el año 2013, el Consejo Económico y Social hizo público un informe sobre la redistribución territorial de la renta dentro de España con datos del año 2009. La región con la renta primaria más alta (el ingreso medio por habitante antes de que el Estado recaude impuestos y realice sus pagos y servicios públicos) era Madrid con un índice de 131,8 sobre el 100 de la media española, seguida del País Vasco con 128, y en cuarto lugar Cataluña con 116.

Después de que el Estado recaudase y gastase sus presupuestos (prestaciones en efectivo como las pensiones, o en especie como educación o sanidad), Madrid cae a la tercera posición con 116,2 % de renta disponible final perdiendo un 15,7 %. No le sucede tal cosa a Cataluña, ya que mantiene la cuarta posición, y pierde solo la tercera parte del porcentaje madrileño (cae un 5,2 %). De manera que si el Estado roba a Madrid, roba mucho menos, la tercera parte, a Cataluña. El sistema actual en España hace perder posiciones a Madrid en el ránking regional, pero no a Cataluña.

Es obvio (este es un juego de suma cero) que el hecho de que las regiones más ricas pierdan renta disponible final, debido a la intervención del Estado, es imprescindible para que las menos ricas la ganen. Los datos para el 2009 informaban de que Andalucía o Galicia mejoraban más de un 6 % su renta por habitante disponible final (después de computar el balance de gastos e ingresos del Estado). Se acercaban así a la media española. Y si antes de que intervenga el Estado la brecha entre la región más rica y la menos rica era de 60 puntos (renta primaria), después es (renta disponible final) de 50 puntos. Si las regiones ricas no perdiesen renta, ni esa pequeña reducción sería posible. Pero ese es el caso del País Vasco. De ser la segunda región más rica de España en renta primaria pasa a ser la más rica en la renta disponible final (de 128,2 a 130,7). El sistema de cupo y de concierto está actuando como una aberración redistributiva. El más rico se hace aún más rico.

En consecuencia, si no se corrige la situación del País Vasco y si las regiones más ricas consideran excesivo -como parece ser el caso en Cataluña al decir «España nos roba»- lo que pierden en favor de las que lo son menos, entonces la desigualdad regional en España será mayor. Pero reducir la desigualdad no es robar. Es asumir que en un Estado moderno la plena circulación de mercancías, personas, capital y recursos naturales tiene como contrapartida la obligación de reducir las desigualdades personales y territoriales que los mercados impulsan.

Cataluña cumple a día de hoy con esa obligación, pero lo hace con mucha menos intensidad que Madrid. Y no pierde posiciones en el ránking regional al hacerlo. Lo que no debiera ser posible (como ya sucede con el País Vasco y podría llegar a aceptarse para Cataluña) es que uno disfrute de la unidad de mercado español y se desentienda de las obligaciones redistributivas. Y que a esas obligaciones se les llame un robo.

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