Un desastre nuclear seis veces más grave que Chernobyl permaneció escondido hasta hoy

Un desastre nuclear cuatro veces peor que Chernobyl a nivel de víctimas afectadas por radiación aguda estuvo encubierto por más de 60 años por el gobierno ruso, pese a los efectos del mismo sobre la salud de las personas aún tienen resonancias.

En actas constaba que en agosto de 1956, las pruebas de armas nucleares ensayadas por la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en Semipalatinsk, en Kazajstán, barrieron con la ciudad industrial kazaja de Ust-Kamenogorsk, dejando hospitalizadas a más de 600 personas por la exposición a la radiación. Pero esta versión oficial era solo una parte de la verdad.

Un informe recién ventilado por New Scientist revela que una expedición científica de Moscú después del desastre ocultado descubrió contaminación radioactiva generalizada y enfermedades por radiación que atravesaron las estepas de Kazajstán.

El informe de científicos del Instituto de Biofísica de Moscú al respecto fue encontrado en el archivo del Instituto de Medicina de Radiación y Ecología (IRME) en Semey, Kazajstán. El documento —clasificado hasta ahora como top-secret—le fue alcanzado al portal por el director del instituto, Kazbek Apsalikov.

Semipalatinsk fue el sitio de pruebas para bombas nucleares más usado en todo el mundo durante los 50s e inicios de los 60s. Por lo que tres expediciones científicas a Ust-Kamenogorsk encontraron contaminación radiactiva extensa y persistente en el suelo y cultivos del lugar y de las ciudades y aldeas de Kazakhstan del este.

Un mes después de la explosión y consiguiente nube radioactiva soltada en el lugar, en septiembre del 56, las tasas de radioactividad registradas en Ust-Kamenogorsk eran todavía de hasta 1,6 millirems (16 microsievert) por hora, cien veces lo que el informe considera la «tasa permisible», y lo que se recomienda como seguro por el Comisión Internacional de Protección Radiológica.

El mes siguiente, la expedición llegó a varias aldeas cerca de Znamenka, donde “las sustancias radiactivas que afectaron a la gente y al medio ambiente cayeron repetidamente durante años». Ahí, la afectación de la salud fue más grave.

Los hallazgos coinciden con registros pasados de la trayectoria de nubes de precipitación radioactivas. En 2002, Konstantin Gordeev en el Instituto de Biofísica de Moscú publicó un mapa que mostró que el 24 de agosto de 1956 una de estas nubes viajó directamente sobre Znamenka y Ust-Kamenogorsk.

Anteriormente, otra prueba el 12 de agosto de 1953 había enviado una nube a través de Karaul. Según la expedición de 1956, esa bomba tuvo consecuencias que seguían siendo «peligrosas para la salud» tres años después.

Un resultado de las expediciones científicas fue el establecimiento de una clínica encubierta bajo el control de Moscú, encargada del seguimiento a la salud de unas 100.000 personas expuestas a las pruebas y sus hijos.

Cuando la Unión Soviética cayó en 1991, el dispensario se convirtió en el IRME, pero en el proceso muchos de sus registros desaparecieron. Uno de los pocos informes conservados y hasta hace poco perdidos registró que 638 personas fueron «hospitalizadas con intoxicación por radiación» en la ciudad después de la prueba de 1956. Esto fue más de cuatro veces los 134 casos de radiación diagnosticados después del accidente de Chernobyl. Nadie sabe cuántos murieron.

La contaminación en el lugar hizo que, por ejemplo, las muestras fecales tomadas a personas en una granja colectiva justo al sur de Ust-Kamenogorsk contengan altos niveles de radioactividad, que ya no eran detectables entre dos y cinco días después de dejar de comer alimentos locales. Por ello, la expedición pidió que se detuviera el consumo de grano local, y sugirió no realizar pruebas atómicas (especialmente explosiones en tierra) antes de la cosecha completa de los campos, a fin de que la comida estuviera debidamente guarecida de la caída de la nube radioactiva.

Aun así las pruebas continuaron en la zona —donde a los abundantes casos de tuberculosis y brucelosis o fiebre de Malta, la mala alimentación o hábitos de higiene se les atribuyó los cambios en los sistemas nerviosos y circulatorios de las personas— hasta 1963.

Aunque gran parte del área a favor del viento es ahora segura para vivir, «algunas áreas nunca volverán a la naturaleza», dice Apsalikov. «La situación en otras es incierta y potencialmente peligrosa».

Hans Huerto

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