PSV 0 – Atlético de Madrid 1: «Saúl y Oblak fulminan a los holandeses»

El equipo del Cholo Simeone inicia est6e 13 de septiembre de 2016 su andadura en Champions mejor que la temporada pasada, en la que llegó a la final y a punto estuvo de ganarla.

El partido fue rocoso, como si todo lo que no pasó en los 210 minutos de los últimos octavos se lo hubieran guardado los equipos para ayer. Simeone salió con sus tres Hombres G de inicio (Gaitán, Griezmann y Gameiro) con un único objetivo: coger el partido por la pechera desde el minuto uno. Todo era suyo. Posesión, remates y ocasiones (de Filipe, de Koke, de Godín), con Gaitán aún tímido pero apuntando maneras, con sus desmarques y movimientos constantes.

Pero el PSV, con ganas de venganza por la última eliminación, no había salido a aplaudir. Cada vez que atrapaba un balón, Nasringh corría endiablado hacia Oblak. Cada vez que había un córner, todos los balones buscaban la cabeza de Luuk de Jong. El primero, de hecho, terminó en la red rojiblanca, pero el árbitro lo anuló por falta previa de Moreno sobre Filipe. Fue la única vez en el partido que el colegiado acertó, por cierto. Los focos los acaparó justo antes del descanso, en el 45’.

Ocurrió justo después de que Saúl marcara su gol, una vez más tan fundamental como bonito (una media tijera de espalda), después de que Gabi botara un córner y hubiera varios rechaces y un choque frente con frente entre Propper y Giménez que terminó con el primero sangrando a borbotones. Ocurrió, que casi en la jugada siguiente, la última de la primera parte, Nasringh volvió a escaparse en la enésima contra y fue tirarse Giménez a intentar cortar su carrera y dejarse caer el otro como si le hubieran trinchado. Dio igual que Giménez ni lo tocara, ni lo rozara, de hecho: se tiró y engañó al árbitro, que pitó que sí.

Pero aquí ocurrió una cosa: que el engaño de Nasringh sirvió para demostrar que Oblak además de ser un portero bestial también sabe parar penaltis. Porque lo que pasó es que Guardado lanzó y el esloveno se lanzó a su izquierda, listo, adivinando el lanzamiento, repeliendo el balón y espantando de paso aquel fantasma que dejó Milán y que pesaba sobre su portería.

En la segunda parte, los dos equipos bajaron el ritmo, trepidante. Simeone cambió su dibujo, del 4-1-4-1 al 4-4-2, para intentar sujetar el resultado, esos tres puntos fundamentales en otro partido tremendo de Filipe Luis y Griezmann, que no hizo gol, pero sí todo lo demás. Estaba en todas partes. Arriba, abajo y en la presión, multiplicado. Pudo aumentar la ventaja el Atleti si el otro francés del equipo, Gameiro no hubiera enviado otro balón al aire en un gol-casi-cantado. Pero no, nada. Aunque juega bien, combina, se mueve, sigue con la mira desajustada.

Inquietaba el PSV con cada carrera de Nasringh, pero lo más cerca que tuvo el empate fue después de una mano de Godín en el área. Pero Atkinson tenía el día como Gameiro, desajustado, y este penalti que era no lo pitó. El final llegó con los de Cocu buscando la cabeza de De Jong a la desesperada, Tiago lesionado y Simeone, quizá, pensando eso, “dale, dale, dale”, mientras su equipo pisaba fuerte esta senda de los alemanes que ahora termina en Cardiff.

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