Nadal-Goffin: ¿El mejor juego del año?

El español y el belga disputaron este 12 de mayo de 2017, en el Mutua Madrid Open, un auténtico partidazo (7-6 y 6-2) que puede resumirse en el séptimo juego del segundo set.

EL PARTIDO

En la arena de la Caja Mágica, un Panzer. El mismo carro blindado que avanza y progresa sin reparar demasiado en qué o quién se cruza a su paso. El hombre que vence por demolición y que este viernes empleó la misma fórmula para derrotar a David Goffin, desesperado de tanto insistir e insistir sin poder alcanzar el éxito, porque Rafael Nadal, manu militari, fue quitándole capas hasta dejarlo expuesto y vencido (7-6 y 6-2, en 1h 59m). En consecuencia, una semifinal de lujo: el balear frente a Djokovic, quien ni siquiera tuvo que saltar a la pista a media mañana porque Kei Nishikori abandonó de antemano por una lesión de muñeca.

A primera hora de la tarde, una atmósfera desapacible. Cielo gris en Madrid y lluvia intermitente. La central de la Caja Mágica techada, lo que, dicen los expertos, propicia un bote de pelota un poco distinto y ralentiza los saques. No es el mejor escenario para Nadal, ya se sabe, pero tampoco el peor; no hay calor ni sol ni primavera, sino más bien un frío otoñal, pero la pérdida de velocidad en los servicios concede un punto más de control al resto, lo cual es muy bienvenido por el balear, que de inicio se encontró con un rival que le propuso un tú a tú y que a pesar de no ser un cañonero (1,80 y 68 kilos) sirve a 200 km/h.

Es Goffin un jugador de perfil discreto, de esos que no meten ruido pero que si te descuidas te hacen daño, de modo que Nadal le intentó cercar con una salida impetuosa. Venía el balear de una muy buena tarde frente a Nick Kyrgios e intentó mantener la dinámica, aunque en esta ocasión tenía enfrente un adversario mucho más consistente, sin los artificios ni la genialidad del australiano, pero desde luego un tenista bastante más hecho. Un belga al que, además, todavía le escocía esa bola que condicionó hace unas semanas el enfrentamiento entre ambos en las semifinales del Masters de Montecarlo.

Goffin, 26 años y 10 del ranking, liviano, es engañoso. En apariencia no parece mucha cosa, pero tiene derecha y revés, y juega con mucha inteligencia. Así que el primer parcial fue un tira y afloja constante, un toma y daca que Nadal resolvía con menos apuros, muy sólido al servicio, mientras Goffin resistía y contragolpeaba. Eso sí, ninguno de los dos definía las opciones de break, bien por una excelente defensa (Nadal) o por imprecisión en el último golpe (Goffin). Y así 12 juegos. 6-6 y muerte súbita. Entonces ya no caen unas gotas en Madrid, sino una tromba de agua en toda regla.

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Poco a poco, con su tradicional despliegue, Nadal va desmontando a Goffin. Falla una volea clarísima en la red, pero después empuja y empuja y el belga va perdiendo las referencias, y este último además no atina en un passing clarísimo y se abre un hueco que finalmente se hace insalvable, sellado con una doble falta y 7-3. Zarpazo del mallorquín, que acto seguido se retira al vestuario tres minutos que se convierten en una eternidad para Goffin, sentado en la banqueta dándole vueltas a todo: ¿Si jugando muy bien no lo consigo, qué más puedo hacer? ¿Cruzo los dedos, cierro los ojos y cojo aire?

Mientras, el derbi europeo del pasado miércoles seguía jugándose en el palco al que acuden famosos y personalidades. Allí, detrás de las flores, Sergio Ramos, Mateo Kovacic, Luka Modric y Lucas Vázquez por un lado, y Jan Oblak y Saúl Ñíguez por otro, en desventaja, porque a Antoine Griezmann y Diego Godín les había bastado con la ración previa entre Pablo Cuevas y Alexander Zverev (3-6, 6-0 y 6-4 para el uruguayo). No vieron, al menos desde esa ubicación VIP, cómo Nadal validaba su novena pelota de break (para 2-1) y cómo desembarcaba en las semifinales del torneo por 10ª vez; o cómo Goffin, antes, dejaba un reverso antológico y una resistencia preciosa; o cómo el español llegaba a una de esas bolas que el 99% hubieran dado por perdidas y cómo levantaba a la gente de sus asientos con algunos de esos puntos tan suyos, tan nadalianos.

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