Los secretos que confirmarían que en ‘MasterChef’ ha habido tongo

‘MasterChef’ esconde mucho más de lo que se ve y vemos a primera vista. Esta noche la quinta edición de MasterChef echa el cierre en una final en la que de momento sólo es seguro que Edurne estará en ella. Nathan, Jorge, Miri y Elena tendrán que conseguir los otros dos huecos que les llevarán hasta el trofeo del nuevo MasterChef España. La impaciencia me mata, aunque por lo que parece está todo más que cantado.

Esta edición, según recoge El Mundo,  se puede resumir en dos palabras: tongo y polémica. Expulsiones injustas como la de Elena (aunque después fuera repescada), Laila y Odhkuu; predilecciones más que obvias por determinados concursantes que de cocina poco y mal; apuesta por los conflictos personales y las atracciones fatales; contactos más que sospechosos… Y, sobre todo, imagen, imagen y más que imagen que se traduce y se traducirá en audiencia, audiencia y más audiencia.–Los secretos de ‘MasterChef’ que evidencian el tongo–.

Todo esto ha encendido durante toda la edición la ira y la cólera de los seguidores del programa. No ha habido noche en que se emitiera que se salvara de las críticas voraces. Los espectadores no somos imbéciles y cuando algo huele mal es que hay algo podrido. Como dice mi madre cuando el río suena agua lleva, y en esta edición ha sonado en dolby surround.

Varias fuentes cercanas al concurso me han explicado estos días cómo es el funcionamiento detrás de las cámaras de uno de los concursos que más audiencia concentra cada semana.

Hablan de un ‘reality’ guionizado, montado y remontado, con concursantes a los que se favorece y otros a los que se perjudica, con escaletas marcadas y preparadas, con, llamémosle, mucha ‘magia’ (ironía) para que al espectador le llegue lo que quieren que le llegue.

Sí, quienes lo cuentan son gente muy cabreada y cansada de que de cara al espectador se muestre una cosa que «poco» tiene que ver con lo que realmente sucede. Todo lo que me han explicado encaja a la perfección con lo que se ha visto y nos ha indignado de esta edición.

A fin de cuentas el programa les puede llegar a traer (y seguramente lo hará) otras rentabilidades mayores, pero el contrato obliga, según me explican ex concursantes, a que durante los dos años siguientes a su participación, ‘MasterChef’ sea el dueño de sus derechos de imagen, embolsándose un 30% de lo que perciban. Es decir, es su representante. Y si a los dos años no comunicas que quieres cesar el contrato, éste se renueva automáticamente y a vivir, por decir algo.

Este contrato «leonino», como lo describen muchos, incluye además un contrato de confidencialidad -lógico teniendo en cuenta que el programa se graba meses antes de emitirlo- que supone que si revelan algo tendrían que hacer frente a una sanción que para el común de los mortales resulta desorbitada (ponerle cinco ceros).

MasterChef es un programa grabado, sometido a decenas de cortes y montado hasta la saciedad. Se graban miles y miles de horas. De hecho, graban los lunes, viajan los martes y jueves, y graban los miércoles siempre que tienen prueba de exteriores fuera de Madrid. Cuando esto ocurre, que es muy habitualmente, sólo los sábados y domingos les dan clases de cocina de unas dos horas de duración. Si la prueba es en Madrid tienen una clase más los jueves, aunque esto es excepcional. ¿Pero esto no era un concurso de cocina? No me aclaro.

De esas miles de horas grabadas nosotros sólo vemos una pequeñísima parte, la más ínfima de todas. Vemos cómo cocinan, cómo les juzgan, cómo salen al exterior a hacer determinadas pruebas, cómo se pelean (pero sólo hasta donde quieren que veamos), cómo luchan y cómo son expulsados o salvados. Pero detrás hay muchísimo más.

Lo que queda claro es que por desgracia no es oro todo lo que reluce. Es mejor quitarse la venda y saber que cuando te sientas a ver un programa como ‘MasterChef’ no es en realidad como nos lo muestran. Este año los espectadores nos hemos dado cuenta. A nadie le encajan cosas como que Miri haya llegado a la final siendo de las más flojitas, que Silene hubiera sido una de las comensales de anteriores ediciones, o que a Jorge le conociera hasta el apuntador, o que Nathan tenga una relación, digamos tan especial, con uno de los miembros del jurado.

Si a todo esto le sumas expulsiones injustas, llantos incontrolados que ningún espectador sabía a qué venían, valoraciones incomprensibles, etc. pues no queda otra que abrir los ojos y pedir, por favor, que ‘MasterChef’ no vuelva a darnos una edición como ésta. Por favor.

P.D.: Sé ya quién es el ganador/a de esta edición pero dejaré que lo descubráis esta noche y valoréis si encaja con lo que hoy cuento. A mí no se me va a escapar, aunque el mismo programa se haya hecho a sí mismo spoiler con la última imagen del vídeo que promociona la final.

 

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