LA BLASFEMIA

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Aquel que puede castigar o destruir a los que le desobedecen

El temor puede ser saludable, hay un temor propio y otro impropio.

El temor puede hacer que la persona proceda con la debida cautela frente al peligro y de este modo evite la calamidad; o puede ser mórbido y acabar con la esperanza, lo que debilita la resistencia emocional y puede llegar al extremo de ocasionar la muerte.

El temor de Dios es saludable; consiste en un sentimiento de profunda reverencia hacia el Creador, y es un temor sano de desagradarle por el aprecio que se tiene a su amor leal y bondad, y debido también al reconocimiento de que es el Juez Supremo y el Todopoderoso.

Aquel que puede castigar o destruir a los que le desobedecen.

Se describen dos clases de temor de Dios: el temor filial y el servil.

El temor de Dios filial es aquel por el que se detesta el pecado o se aparta de él, no por las penas con que son castigados los pecadores, sino porque aquello es una ofensa a Dios, algo que le desagrada a Él. Por otra parte, temor servil es el que evita el pecado por la pena que lleva consigo.

Es decir, como dice San Basilio, «hay tres estados en los que se puede agradar a Dios.

O bien hacemos lo que agrada a Dios por temor al castigo y entonces estamos en la condición de esclavos; o bien buscando la ventaja de un salario cumplimos las órdenes recibidas en vista de nuestro propio provecho, asemejándonos así a los mercenarios; o finalmente, hacemos el bien por el bien mismo y estamos así en la condición de hijos».

Por otra parte, el Eclesiástico precisa qué se entiende por temor del Señor. No se trata de un sentimiento que aturde y agobia, que provoca rigidez mental o pequeñez de espíritu, anulando la voluntad.

El temor del Señor nace más bien de la mirada clara que lleva a descubrir que sólo el Señor es digno del servicio del hombre; sus palabras, las únicas a las que se puede hacer caso; sus caminos, los únicos que vale la pena seguir; su ley, la única que merece sumisión.

Al mismo tiempo, el Señor es el único ante el cual puede humillarse el hombre.

Él es el único Señor verdadero, como – de acuerdo al judaísmo y al cristianismo- lo ha demostrado con su inalterable y continua fidelidad a la confianza que los hombres han puesto en Él.

Solamente de Él, y de nadie más, se puede decir que «es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro».

Sin embargo, según la fe católica, el temor del Señor es el único camino por el que el hombre llega a ser libre y a liberarse por completo.

LA BLASFEMIA

La blasfemia es la acción o expresión que insulta o muestra desprecio hacia lo que se considera sagrado o venerable, especialmente en términos religiosos.

En muchas culturas, se considera un delito o una falta grave, y puede haber consecuencias legales o sociales para aquellos que la cometen.

En la Historia, ha habido muchos casos de personas que han sido consideradas blasfemas por sus palabras o acciones.

Algunos ejemplos notables incluyen:

  1. Galileo Galilei: El famoso científico italiano fue acusado de blasfemia por sostener que la Tierra orbitaba alrededor del Sol, lo cual contradecía la creencia religiosa predominante de su época.
  2. Voltaire: El filósofo y escritor francés fue criticado por su actitud irreverente hacia la religión y su defensa de la libertad de pensamiento.
  3. Salman Rushdie: El novelista británico-Indio fue condenado por los líderes religiosos musulmanes por su novela «Los versos satánicos», considerada blasfema.
  4. Charles Darwin: El autor de «El origen de las especies» fue criticado por desafiar las creencias religiosas de su época con su teoría de la evolución.
  5. Richard Dawkins: El biólogo evolutivo y autor británico ha sido criticado por sus comentarios y escritos que desafían las creencias religiosas y promueven el ateísmo.

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