Las ventajas de apuntarse a un gimnasio ruso

El gimnasio es un lugar al que se va a hacer deporte, ¿y nada más? Hay usuarios que nunca llegan a conocer niveles más profundos. Horario fijo de entrenamiento y clases, protegidos del mundo con sus auriculares… no alcanzan una interacción mayor. Mientras están con los ojos fijos en la pantalla de su smartphone o en el espejo, a su alrededor están ocurriendo toda clase de cosas que van más allá del adelgazar y ponerse fuertes. No sólo hay personas que intercambian suficientes frases como para llegar a una conversación, las hay que orientan todos sus esfuerzos en conquistar a su interlocutor. Sí, mientras pedaleas como si la luz eléctrica de un hospital de campaña dependiese de ello a tu lado puede estar surgiendo la historia de amor más hermosa jamás contada.

Un ejemplo de todo lo que contamos, se ve en este gimnasio ruso. Como en cualquier otro lugar en el que se reúnen personas, en el gimnasio se pueden entablar relaciones y, por tanto, se puede ligar. Entendamos esto como despertar interés afectivo sexual a través de gestos, palabras y físico, tampoco nos pasemos. Es un escenario peculiar. No tiene la seriedad y limitaciones de un entorno laboral pero tampoco cuenta con el lubricado relajo del ocio nocturno. Se sitúa en un cómodo punto intermedio entre la sutileza de la seducción prohibida en la oficina y el “perdona, pero es que iba como un Furby y me caí encima de ti” de la discoteca.

Si decides emprender esta aventura (por entretenerte entre ejercicios, experimento o necesidad imperiosa) hay varios factores a tener en cuenta, peculiaridades que marcarán el devenir de tus intenciones:

1. Estás en un lugar en el que tener manchas enormes de sudor es lo deseable y en el que olor corporal es ambiental, así que el listón estético no es de photocall. Sin embargo, esto no quiere decir que vayas vestido como si lo hubieses hecho a oscuras en unas terceras rebajas.

2. Descarta las camisetas de promociones de bebidas alcohólicas, la del equipo de fútbol 7 y cualquiera que rece “recuerdo de”. No hay mar, no vayas en traje de baño, y de chanclas, ni hablemos. Combina tus prendas deportivas como para cualquier evento formal, los colores siguen siendo los mismos por mucho que parezca que las luces de la sala generen disfunciones oculares. Es estupendo lucir marcas, mucho mejor si está limpia cada día. Mostrar surcos en la espalda que indican las jornadas consecutivas de uso no es una gran carta de presentación.

3. Aunque gruñidos y gemidos formen parte del banda sonora del lugar, déjalos para cuando estés en pleno esfuerzo. Hace algunos millones de años hubiesen servido para este propósito de aproximación, pero también lo era despellejar un venado en el salón de la cueva. Coge aire entre series, no empieces a hablar sin resuello o amorrado a una botella. Un “como te iba contando” cuando has bajado pulsaciones sugiere que eres un tipo capaz de compartimentar sus actividades, un hombre de orden.

4. Esta tensión derivada del esfuerzo físico también puede trasladarse al apartado gestual. Una rutina de poses tras cada serie puede ser llamativa, incluso puede impactar a tus compañeros habituales de entreno. Sin embargo, a la hora de ligar puede causar estupor, hilaridad o hasta miedo, si no se está acostumbrado.

5. Aunque no hay otro lugar donde (por definición) la exhibición física esté mejor vista, cuidado con los órdagos. Cíñete a tus límites o, al menos, no pretendas batir un récord para impresionar a nadie. No es creíble que esa barra que te oprime el pecho y amorata tu rostro se la estés sujetando a un amigo. Y además está muy feo empezar con mentiras una relación, ¿verdad?

6. Todo lo anterior es importante, pero no podemos obviar algo fundamental: la conversación. Hay un buen número de temas apropiados para iniciar un diálogo con total naturalidad: “Qué paliza hoy en spinning”, “¿Sabes si esta máquina está ocupada”, “De verdad, no te preocupes, no es más que un esguince grado 3 y quién sabe si volveré a caminar”… Eso sí, una vez establecido el contacto, no repitas temas. De la sociabilidad a ser el pesado a esquivar hay un par de días de charla reiterativa. Si ya tienes su atención y receptividad, avanza hacia otros ámbitos no relacionados con las mallas y las bebidas isotónicas. Sin prisa pero sin pausa… recuerda que no todo el mundo tiene un abono anual, quizá sólo vaya a estar allí un mes y no quieres que su último recuerdo de ti sea aquella vez que pronunciaste “Yo con esa fibra voy muchísimo mejor al baño”.

Si crees que eres capaz de tener bajo control todas estas circunstancias y te ves con fuerzas y valor añade el dato definitivo para lanzarte con alegría desbordante a la nueva aventura de ligotear en el gym. El 50% de los asistentes empiezan a entrenar tras una ruptura con la intención de recuperar la forma perdida en la rutina sentimental. La otra mitad se están preparando para afrontar con garantías físicas, llámalo autoconfianza, la conquista del prójimo (y todos, por salud, claro, pero eso es algo irrelevante en este caso).

En tu contra juega que los que ligan siempre son los monitores. Tienen todas las respuestas, las soluciones, la forma física y todo el mundo tiene que dirigirse a ellos antes y después de cada clase. Así que, por qué no, puede que para asegurarte el éxito como galán en chándal sólo tengas que conseguir ser uno de ellos. Si no, ánimo: al menos harás deporte.

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