Hay que quererlos, pero por el camino nos podemos echar unas risas con ellos. Son tan fenómenos, que no se les ocurre nada mejor en pro de la ‘llibertat’ de los presos que ellos llaman políticos que meterse todos al mar en pleno otoño cuando ya hace fresquete para juntar unas letras cutres amarillas y berrerar todos al unísono. Son geniales y no dejan de dar grandes momentos.