La crisis española… para todos los públicos

También llamada depresión económica española, se refiere a la crisis económica que se inició en 2008 y, según la contabilidad oficial, concluyó en 2014, aunque sus efectos persisten.

Entre 1994 y 2006, España experimentó un período de crecimiento excepcional. Esta época de bonanza económica se debió, en especial, a la entrada en la Unión Monetaria, y a la masiva llegada de inmigrantes al país.

A finales de 1994, las previsiones de que España formara parte de la Unión Europea Monetaria (más conocida como «zona euro«) produjeron que los tipos de interés cayeran de una manera muy rápida.

Esto propició que tanto familias como empresas se aventuraran masivamente a la demanda de crédito para invertir en viviendas, bienes de consumo duraderos, empleo y bienes de equipo. Ello, a su vez, conllevó la creación de empleo y actividad económica, lo que disparó el PIB per cápita.

Asimismo, la llegada de inmigrantes ayudó a reducir o incluso eliminar la falta de mano de obra en algunos sectores con problemas e incrementó el número de contribuyentes a la Seguridad Social. Así, tanto el PIB nacional como el PIB por habitante experimentó una subida.

En 1998, el Gobierno de Aznar aprobó la llamada ley del suelo que pretendía privatizar el mercado del suelo, ya que se creía que si se convertía más terreno a urbanizable y se hacía un negocio atractivo de él, se atraería a mayores compradores e inversores que edificarían más, por lo que, a mayor oferta inmobiliaria era de esperar que el precio de las viviendas bajara y así los jóvenes pudieran acceder a sus primeros hogares. Por desgracia no fue así.

En 2002, cuando el ritmo de la construcción ya se había disparado y España construía más que Italia, Francia y Alemania juntas, Aznar implantó la reforma laboral cuya fórmula era similar a la propuesta en la ley de suelo. Si se reducía el reglamento laboral y los derechos de los trabajadores, la contratación se haría más atractiva para los empresarios.

Esta ley provocó que hubiera una gran oferta laboral y demanda de trabajadores, en especial, en el sector automovilístico y de la construcción; lo que condujo a que muchos jóvenes abandonasen sus estudios a una edad temprana para incorporarse al mercado laboral.

Sin embargo, no resultó como se esperaba, ya que la ley de suelo desencadenó una especulación extraordinaria, lo que provocó, contratiamente a lo deseado, que el precio de la vivienda fuera aumentando considerablemente y la burbuja inmobiliaria fuese cada vez más grande. Además, como dijimos anteriormente, la reforma laboral aumentó el número de trabajadores poco cualificados.

A todo esto hay que añadir que el crecimiento económico español se había sustentado sobre unos pocos sectores, con lo que era muy desequilibrado y poco diversificado. De manera que la creciente demanda de productos superó a la capacidad de respuesta del aparato productivo nacional, centrados en unos sectores determinados (inmobiliario, construcción y turismo), lo que supuso una dependencia excesiva del exterior.

Mientras la población aumentaba, y con ella la demanda de créditos, lo hacía también la demanda de viviendas y el precio de las mismas. El crecimiento económico español, pues, había sido causado por una acumulación de capital (viviendas) y trabajo (mano de obra inmigrante), y no a una mejora de la eficiencia o de la competitividad.

A diferencia de otros países que también habían experimentado un crecimiento económico muy importante (Finlandia e Irlanda), España no había apostado por la educación y la formación e innovación, sino por las infraestructuras (sector de la construcción).

En resumen, la España en auge fue reuniendo tres desequilibrios que, posteriormente, serían los causantes de la recesión económica actual: un gran endeudamiento por parte de familias y empresas, un gran peso económico del sector de la construcción seguido por un aumento continuo de la especulación, y un aumento cada vez mayor del precio de la vivienda y de la demanda lo que desbordó al aparato productivo de nuestro país.

Además, las autoridades europeas no supieron o no quisieron suplir estas deficiencias que cada vez eran más evidentes.

Situándonos en EEUU podemos observar los pasos que llevaron a la crisis financiera que después se trasladaría a otros países (ventajas de la globalización). En EEUU hubo una crisis, en especial, en el sector constructor y bancario, causa por la que comenzaron a prestar hipotecas de bajo tipo de interés a familias que , en otras circunstancias, no hubieran sido candidatas óptimas, ya que en muchos casos, carecían de ingresos fijos, empleo y propiedades.

Además de conceder hipotecas a este tipo de clientes, los bancos dieron más de lo necesario, es decir, si la casa valía 60.000 dólares los bancos entregaban 80.000 diciendo que así podrían comprar otras cosas. Esto lo hacían porque pensaban que el mercado inmobiliario iba a seguir creciendo y el precio de las viviendas aumentando, por lo que si algún cliente no podía devolver el préstamo se le embargaba y problema solucionado, pero el mercado de la vivienda cayó.

Pero ¿cómo llega esta crisis a nuestros bancos? Bien, al carecer de dinero para prestar, debido a la gran cantidad de hipotecas que estaban concediendo, los bancos norteamericanos comenzaron a crear los llamados morgets packs securities (paquetes donde habían partes de hipotecas buenas, regulares y malas).

Los bancos europeos y cómo no los españoles comenzaron a adquirir dichos packs, aun a sabiendas de que en ellos había hipotecas poco recomendables y cuya devolución no estaba garantizada. Todo ello ocasionó que los bancos comenzaran a desconfiar entre ellos, dado que cada uno no sabía la cantidad de hipotecas «peligrosas» que poseían los otros.

Esta desconfianza perjudicó al llamado mercado interbancario -los bancos diariamente se prestan dinero entre ellos-, lo que produjo una subida del famoso Euribor -tipo de interés que paga un banco cuando le presta dinero a otro- ya que al no fiarse unos de otros se cobran un mayor porcentaje de intereses por el dinero que se prestan. Todo ello hizo que aumentara el interés hipotecario y, finalmente, desembocó en la crisis económica actual.

Ya en 2007 se mostraron síntomas de crisis financiera, pero estos fueron minimizados por los organismos económicos. Sin embargo, en 2008, con la caída de Lehman&Brothers comenzó una auténtica crisis financiera, que se extendió rápidamente. Los activos financieros cayeron y con ellos las empresas constructoras e inmobiliarias que se habían nutrido con este tipo de créditos, lo que provocó una oleada de despedidos y un gran aumento del paro.

Tanto la demanda como la oferta de créditos bancarios se vieron reducidos; la primera por la desconfianza de las familias y empresas hacia los bancos, y la segunda por la desconfianza de los bancos en la solvencia de sus prestatarios. Con unos préstamos más caros y un mayor paro, la morosidad se disparó. Ello generó la quiebra de pequeñas empresas que no pudieron soportarlo.

A todo esto, si se le suma la incapacidad del Gobierno socialista del inepto Rodríguez Zapatero para frenarlo a tiempo, en parte debido a la débil estructura económica española heredada del gobierno de Aznar, se puede llegar a entender en parte, cómo se llegó a esa situación.

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