‘Cada familia, cada herencia, tiene su propio ADN hereditario. Y cuando hay herencias por medio, los parentescos familiares desaparecen, lo sentimientos se remueven y padres, hijos, hermanos y adláteres sacan lo peor de sí mismos para llevarse cuanto más mejor de la tarta hereditaria. No son solo historias de dinero, sino de amor y desamor, de duelos entre hermanos, de celos y traiciones, de quién ocupa qué lugar en la jerarquía familiar.
Como no podía ser menos, las administracionespúblicas y privadas, y también la Iglesia, se suman litigando por herencias a las que creen que tienen derecho. Y a todos ellos se añade la existencia en España de la figura legal de los «caza herencias», personas que se dedican a husmear en aquellos patrimonios sin herederos para, tras comunicárselo a la Hacienda Pública, recibir una recompensa del 10 por ciento del valor de lo revelado.