Los golpistas, encabezados por un acordado, contrariado y chaquetero Carles Puigdemont, declararon la República Independiente de Cataluña y ahora se enfrentan a todo el peso del Estado español y de la ley. Eso sí, como el circo no podía parar, el pleno fue una sesión surrealista de principio a fin. Tan grotesco resultó todo que al final PP, Ciudadanos y PSC acabaron marchándose antes de que tuviera lugar la votación de la DUI.
Al final, voto en secreto, con un total de 70 diputados a favor de la ilegalidad manifiesta, diez votos en contra y dos abstenciones.
Seis meses después, el Parlament sigue siendo un polvorín, y este 25 de mayo de 2018 volvió a suceder otra bronca gigantesca que obligó a suspender el Pleno. Los rabiosos independentistas colocaron sus miserables lazos amarillos en los escaños de la cámara reservados para el govern, pero en esta ocasión, en una de las butacas justo delante de Ciudadanos. A Carlos Carrizosa, portavoz de este partido, le tocaron la moral a más no poder, quitó el dichoso lazo amarillo de un golpe, y pidió la palabra para censurar este comportamiento ante el presidente del Parlament, el independentista Roger Torrent. La bronca creció y creció, encontrando situaciones de máxima tensión, incluso con el President, Quim Torra, yendo a parlamentar con los diputados de Ciudadanos muy enjojados.
Esto no es más que el fiel reflejo de lo que sucede en las calles de una Cataluña dividida, con los últimos pasajes de ciudadanos peleándose a plena luz del día y en plena playa por unas cruces amarillas tendenciosas que buscan el enfrentamiento continuo.
Cataluña arde, y el Parlament es más que nunca un reflejo de ello.
