Hallan el chupete de Lucía en dirección opuesta a la que siguió antes de morir

Son sólo un puñado de metros, poco más de diez, pero para la familia Vivar representan un universo. Es la distancia que separa el lugar en el que jugaba con sus primos la pequeña Lucía, de 3 años, del punto en el que se encontró su chupete, bajo un banco metálico del andén de Pizarra (Málaga). El enclave se ubica, además, en sentido contrario a las vías en las que finalmente se localizó el cuerpo de la niña. Sus padres sostienen que «algo tuvo que ocurrirle a Lucía» y señalan a la prueba del chupete -«del que nunca se separaba»- como uno de los pilares de sus sospechas.

La única certeza absoluta en torno a la desaparición de la niña es el punto de partida de sus andanzas. Lucía Vivar jugaba con sus primos en una explanada próxima al bar de la estación ferroviaria de Pizarra. La familia se había reunido con motivo de la festividad de Santa Ana, patrona de las abuelas, y la celebración de ese miércoles, 26 de julio, giraba en torno a la abuela de Lucía. Fue ella quien se levantó pasadas las once de la noche para pagar la cuenta de la cena, según recoge Gonzalo Araluce en El Español.–El chupete de Lucía, hallado en dirección opuesta a la que siguió antes de morir–.

Los padres de la niña empezaron a llamar a la pequeña a voces, pero no encontraron respuesta. Apenas habían pasado un par de minutos desde la última vez que la vieron. Alertaron a la treintena de personas que se encontraban en la terraza y enseguida se desplegaron para buscarla. Esos dos minutos a los que apunta la familia de Lucía Vivar son clave en la investigación.

 

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