Se crió con su madre y sus abuelos maternos, campesinos y roperos.
Desde pequeño, Francisco nunca se destacó por su interés en la cultura, no aprendió a leer, porque le obligaban a cuidar cerdos, pero era un tipo valiente y decidido.
Y la prueba es cómo conquistó el inmenso Perú y sobre todo, la forma en que planteó la batalla de Cajamarca.
La hueste de los españoles sumaba 62 hombres a caballo y 106 infantes, 168 soldados en total al mando del gobernador Francisco Pizarro.
Enfrente se apiñaban más de 30.000 incas adiestrados y experimentados tras largos años de guerra civil.
La comitiva de Atahualpa era tan extensa que había tardado más de cuatro horas en recorrer una distancia de apenas una legua hasta la plaza de Cajamarca, donde les esperaba el exiguo contingente de españoles.
«Muy pocos, pero bien preparados psicológicamente, persuadidos de que el más pequeño paso atrás sería interpretado como un signo de debilidad y les costaría la derrota y la vida».