El hombre que se enfrentó a los hijos de los nazis responsables del asesinato de su familia

 

Leon Buchholz nació en la ciudad de Leópolis, hoy en Ucrania, en mayo de 1904; se casó con su esposa Rita en 1937, un año después nació su hija Ruth y en 1939 se mudó a París, donde murió en 1997. Eso era todo lo que sabía de la historia de su abuelo hasta hace unos pocos años el abogado de Derecho Internacional Philippe Sands.

«Es complicado, es el pasado, no es importante», le respondía Leon a su nieto cuando éste le preguntaba sobre la primera mitad de su vida, escribe el abogado en su libro «East West street: on the origins of genocide and crimes against humanity» («Calle este oeste: sobre los orígenes del genocidio y los crímenes de lesa humanidad»).

«Sobre sus padres, su hermano y sus dos hermanas reinaba un absoluto e impenetrable silencio», dice en el libro Sands.

Leon no hablaba de la primera mitad de su vida.

Pero años después, cuando estaba investigando para su libro, en el que indaga acerca de dos hombres que fueron fiscales en los juicios de Nuremberg, descubrió la razón de su silencio.

Durante la ocupación nazi del territorio que hoy es Ucrania todos los miembros de su familia que estaban ahí fueron asesinados como parte del plan de exterminio nazi contra los judíos.

Y ocurrió algo más.

Uno más

«A mi historia entró un cuarto hombre (además de los dos fiscales y su abuelo): el abogado personal de Adolfo Hitler. Su nombre era Hans Frank, y fue él quien supervisó los asesinatos de los padres de los otros tres hombres en mi libro», le cuenta a BBC Mundo.

«Quería saber más acerca de Hans Frank. Leí, leí, y encontré un libro escrito por su hijo Niklas».

La obra se llama «In the shadow of the reich» («A la sombra del reich») y es una dura crítica de Niklas Frank a su padre.

«Es un libro notable, un libro cruel. Es un ataque muy cruel de un hijo a su padre criminal. Cualquier hijo que dice que su padre merece ser colgado por los crímenes que cometió es alguien interesante que uno quiere conocer», dice Sands.

Así que lo buscó, lo encontró y establecieron una buena relación, que terminó convirtiéndose en una firme amistad.

«No todos son como yo»

Un día Niklas Frank le dijo a Sands: «Sabes qué, no todos son como yo, que odio a mi padre, ya que estás interesado en Leópolis y Galitzia (una región que ocupaba partes de las actuales Polonia y Ucrania), déjame que te presente al hijo del gobernador (durante la ocupación nazi) de Galitzia, Otto von Wächter; su hijo es Horst, ama a su padre, cree que fue maravilloso».

Fueron a visitarlo juntos. «A mí me cayó bien Horst, era abierto y generoso», recuerda Sands.

«Escribí un perfil sobre él en la revista del Financial Times y un amigo, un director de cine, que dirigió Downton Abbey (David Evans), me dijo una noche durante la cena: ‘Quiero hacer un documental sobre el artículo que escribiste en el Financial Times'».

Así nació el proyecto del documental «My nazi legacy» («Mi herencia nazi»), de 2015, en el que Sands explora la relación de Niklas Frank y Horst von Wächter con sus padres nazis, los hombres responsables de la muerte de gran parte de la familia del abogado; sigue a los hombres por escenarios en los que ocurrieron los hechos, repasa momentos de la niñez de ambos, conversan, discuten.

 

«Niklas y Horst son tan distintos», explica.

Niklas no perdona a su padre, lo llama cobarde; lleva consigo una foto de Hans Frank muerto, después de que fuera colgado en la horca.

En contraste, en una de las primeras escenas del documental, Horst cuenta cómo al final de la guerra se acabó para él la vida perfecta que llevaba, incluso llora; dice que su padre quería ser una buena persona, no logra aceptar su culpa, lo defiende.

«Me resultó increíblemente interesante hablar con él, -dice Sands sobre Horst von Wächter- porque es muy poco común que alguien que es el hijo de un alto mando nazi, responsable de asesinar a tu propia familia, diga que está dispuesto a reunirse y a hablar de lo que ocurrió».

La primera vez que fui a su casa, que es un gran castillo aunque él es muy pobre, me mostró documentos y fotografías increíbles. Fue sorprendente verlo. Y me asombró su disposición a abrirse», recuerda.

Pero, ¿por qué cree que quiso hablar con él?

«Creo que Horst pensó que podía convencerme de que su padre era fantástico, un liberal, un hombre decente. Sigue intentándolo cinco años más tarde. Y yo sigo resistiéndome: creo que jamás logrará convencerme de la misma forma que yo nunca podré convencerlo a él de que su padre fue responsable de asesinatos masivos y un criminal», responde.

«Ten mucho cuidado»

El elemento más complejo, de más tensión de la película, es el constante tire y afloje entre Sands y Frank de un lado y Wächter del otro: la presión de los dos primeros para que el segundo reconozca que su padre era un monstruo criminal. Hay una escena en una sala de conferencias en la que los dos primeros casi que acorralan a Wächter.

«Mi suegra, que es española, la describe como la escena en que maltratan a un anciano», le cuenta Sands a BBC Mundo.

«El desarrollo emocional de Horst (von Wächter) se detuvo bruscamente cuando tenía seis años, pues su mundo colapsó al terminar la guerra», señala.

Eso le preocupó a Sands cuando hicieron el documental, por lo que invitó a un par de psicoanalistas amigos.

«Ambos dijeron lo mismo: ‘Tenmucho cuidado, Horst es como el castillo en el que vive: del lado de afuera las paredes son grandes, gruesas, fuertes, pero por dentro parece que está a punto de colapsar».

Por otro lado, Sands subraya que no se puede culpar al hijo por los crímenes del padre: «Yo dejo muy claro en el documental que Horst no tiene ninguna responsabilidad por lo que hizo su padre. Pero sí tiene la responsabilidad de mirar honestamente los hechos en los que participó su padre».

Según cuenta, Horst no niega que los nazis hayan cometido crímenes terribles, ni que su padre tuvo algún tipo de participación en esos terribles crímenes, pero de algún modo consigue convencerse de que su padre no tiene ninguna responsabilidad por los crímenes en los que participó.

«Esa situación de Horst y su padre Otto se repite alrededor del mundo. Habrá gente en Colombia se diga: «¡Oh Dios! Mi padre estuvo involucrado de un modo u otro. ¿Lo sigo queriendo o lo odio?», apunta.

«Es una gran responsabilidad a nivel humano y uno siente empatía con esas personas».

El compromiso de contar

En cualquier caso, Sands insiste en que este tipo de interacciones, como la de él con Horst, son fundamentales.

«Lo que he aprendido con el tiempo, trabajando en casos de atrocidades masivas por 30 años, es que el sistema de justicia penal puede ayudar hasta cierto punto, pero ningún sistema de justicia va a prevenir atrocidades masivas; es tan solo una pequeña parte de lo necesario para tratar este problema», señala.

«Es más importante lidiar con los hechos y las realidades, con la verdad, y eso implica hablar, escribir, explicar y entender. Y requiere que todos nos comprometamos con la tarea de contar».

«El silencio es malo para la reconciliación. Es mejor que Horst diga cosas que a mí no me gustan a que se quede completamente callado. Para mí, el acto de hablar es un acto de intercambio, de compromiso, y es un acto que por sí mismo puede, posiblemente, contribuir a la reconciliación».

Era imposible no pensar en Colombia, mientras conversamos esa noche de Cartagena, con la firma del acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en noviembre pasado tan presente.

Tras 52 años de conflicto interno, un proceso que se pretende esté centrado en que los perpetradores cuenten la verdad y las víctimas sean reparadas.

«Si hablamos de la situación de Colombia, lo peor que puede pasar, en base a mi experiencia en otras jurisdicciones, es que se entierren los crímenes bajo la vergüenza del silencio. Hay que encontrar la forma de hablar, y eso incluye a las víctimas y a los victimarios, sin importar cuán doloroso y difícil sea», señala Sands.

En su libro cita al psicoanalista húngaro Nicolas Abraham: «Lo que nos persigue no son aquellos que quedaron atrás sino los secretos que quedan en las lagunas de las vidas de los otros».

«Y eso pasa de una generación a otra, los traumas pasan de una generación a otra», apunta el perito en Derecho Internacional.

«Colombia», concluye, «tendrá que lidiar con las consecuencias de un conflicto con un impactante número de muertes a lo largo de muchas generaciones. Esa es la lección que aprendí».

 

Natalio Cosoy, BBC Mundo, Cartagena, Colombia

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