El golazo de Gareth Bale al Legia: 55 segundos

El galés ecibió un balón en la frontal que voleó de forma espectacular con su pierna izquierda a la escuadra de la meta del Legia. Lo malo fue el resto, porque el Real Madrid empató a 3 este 2 de noviembre de 2016.

Malentendió el Real Madrid que un partido sin alma, a puerta cerrada y frente a un rival desahuciado, merecía el trato de un bolo. Con la tensión y la alineación descompensadas dos puntos en Varsovia, hecho que complica su clasificación y su credibilidad. Fue un empate absurdo, castigo a la frivolidad del once de Zidane, que por hacer política alteró los principios de proporcionalidad, y al desorden general.

El Legia, uno de los equipos ‘low cost’ de esta Champions, al que los resultados adversos no le hacen perder el humor ni amurallarse, permitió a Zidane politiquear  impurdentemente en Varsovia. Cedió a la presión popular de darle voz a Morata, sin compromiso de permanencia y sin entregar su autoridad descabalgando a Benzema, en la creencia de que el único tratamiento posible con su compatriota es la insistencia. Respondió a la cortesía con un gol a palo seco. El Madrid se desplegó en un 4-2-4 para dar gusto a todos. Un dibujo que probablemente sólo veremos este curso en situaciones límite. Un dibujo que le hizo perder el equilibrio. Porque este Legia elemental que ni siquiera pone alambradas perdió a su afición pero no el orgullo. Zidane estaba seguro de que a los polacos les ganaría con esos once o con los que lo vieron desde el banquillo o desde Madrid. Un error de cálculo.

A los 57 segundos parecía el Legia listo de papeles. Un voleón tremendo de Bale acabó en la escuadra de Malarz. Y con ese gol se abanicó el Madrid, al que no hizo más ofensiva la montonera de atacantes llamados a filas, con Bale y Morata en las bandas y Benzema y Cristiano en punta. En realidad, el derroche ofensivo no le sacó brilló a la fachada, porque a Morata, al que se le sigue dando el trato de becario ilustrado, le faltó espacio y porque de la BBC sólo Bale está en máximos.

El partido dejó también el aviso de que sin Modric nadie maneja el libro de estilo y que sin Casemiro nadie se ocupa del alcantarillado. En el tanto de Odidja-Ofoe, respuesta al 0-2 de Benzema, Kovacic se desentendió escandalosamente. Al primer recorte abandonó la persecución, dejación de funciones que tuvo penalización. Tampoco tranquilizó el regreso de Coentrao, silencioso en ataque y desorientado atrás. Le salvó del penalti la mala vista del árbitro en un derribo a Radovic (que teatralizó en exceso), pero se tragó sin masticar el amago del serbio. A la incontinencia le siguió la imprudencia de mandarle al suelo.

El empate de Radovic, que dejó muy mal a Keylor, hizo caer al Madrid en la cuenta de que aquello no era un amistoso. Entró Lucas Vázquez, un reactivo natural, un extremo, que nunca está de más. Y el Legia hizo dos penaltis (uno por mano, otro por empujón a Cristiano) que también se saltó Kralovec antes de que Zidane metiese a Asensio por Coentrao, aumentando las restricciones defensivas. El efecto fue que se vio por detrás en el marcador, en el tercer tiro lejano que superó a Keylor. Kovacic firmó el mal menor y Lucas Vázquez tuvo el 3-4.

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