Los reclutaban en los pueblos de Sirio Otak, cuando llegaban con sus fanatizados padres desde Francia, Gran Bretaña, Bélgica o cualquier país musulmán del Norte de Africa.
Y les enseñaban a matar. La prueba definitiva era ejecutar a un prisionero: a tiros o con el cuchillo.
Algunos se convirtieron, merced a Internet, en verdaderas ‘estrellas mediáticas’.
Cualquiera de los niños verdugos entrenados los matarifes del ISIS era capaz de montar una AK-74, disparar y dar en el objetivo. Aprendieron de la peor manera posible.
Uno de ellos, capturado por las milicias kurdas hace unos meses, explicaba:
«Nos han enseñado a ocultar nuestras armas, montar y cargar, si no lo hacemos bien nos golpean los pies y el estómago con garrotes».