Un método más humano y eficaz que la horca

Silla Eléctrica: el invento con el que Thomas Edison se hizo millonario

Hace 130 años

Fue en 1890 cuando el gobernador de Nueva York, David B. Hill, estableciera la silla eléctrica como método de ejecución para criminales al considerarla un método más humano y eficaz que la horca.

Pero no fue la la humanidad ni la misericordia lo que llevó a Thomas Alva Edison a impulsar, financiar y participar en su creación hace 130 años, sino el dinero.

El objetivo del famoso inventor no fue otro que la simple disputa económica y comercial con el también inventor e ingeniero George Westinghouse, para hacerse con el monopolio de la implantación del suministro eléctrico en los hogares de las principales ciudades de Estados Unidos.

En realidad, no fue el propio Edison, sino un empleado de su empresa quién ideó la famosa máquina de ajusticiar.

Artilugio típicamente americano y símbolo muchas veces de una particular visión de la justicia, la silla eléctrica ha perdido, con el tiempo y el avance de la ciencia, su puesto hegemónico como instrumento de las condenas a muerte en Estados Unidos en beneficio de la silenciosa e infalible inyección letal.

Harold P. Brown fue contratado para desarrollar un sistema de electrocución para ejecutar reos.

Su convocatoria se debía a la búsqueda en 1886 de un sistema de ejecución más humano que el que hasta entonces se venía utilizando, la horca.

Pero la elección de su sistema eléctrico basado en la corriente continua para semejante fin podría afectar negativamente a la imagen de Edison y su compañía.

Difícilmente iban a querer los consumidores tener en casa el mismo tipo de corriente que mataba personas.

Por ello, Edison instó a Brown a desarrollar un sistema de electrocución basado en la corriente alterna, la impulsada por su gran rival en la lucha de las corrientes: Nikola Tesla.

El gran empeño de Harold Brown pasó a ser entonces demostrar que la corriente alterna era la más adecuada a las ejecuciones y no la continua.

La compañía de Edison, de esta forma, podría mantener pulcra la imagen de su producto mientras se beneficiaba de la invención del artefacto.

Durante 1888, en el laboratorio de Edison, Brown «ejecutó» durante las pruebas de su prototipo a varios animales.

Entre ellos un elefante de circo llamado Topsy. Algunas de estas pruebas se realizaron ante la prensa.

El contexto de la tecnológica «guerra de las corrientes» explica tanto empeño. Solo entonces se acuñó el término «electrocución«.

El nombre del primer ejecutado con la silla eléctrica es William Kemmler, quien había matado a su amante con un hacha.

Durante aquel día de agosto de 1890, en la prisión de Auburn, Nueva York, uno de los periodistas asistentes a la ejecución expresó: «Era un espectáculo horrible, mucho peor que el ahorcamiento».

Entre la primera y la segunda descarga, durante el minuto que tardó en recargarse el generador, se podía oír gemir al reo, quemado y todavía vivo. En poco tiempo, la silla eléctrica se convirtió en el método de ejecución más extendido en Estados Unidos y así siguió hasta bien pasada la década de 1950.

El funcionamiento de la silla eléctrica

El condenado era atado a la silla y se le colocaban dos electrodos, uno en la cabeza y otro en la pierna.

La electrocución se aplicaba en dos choques de 2.000 voltios con un tiempo intermedio.

El primero pretendía dejar al reo inconsciente y romper la resistencia de la piel.

Durante un tiempo, el voltaje se reducía en la segunda descarga para evitar que el prisionero se quemase (el problema era que el ciclo se debía repetir más veces).

Aun así, el cuerpo alcanzaba temperaturas que rozaban los 60º C y graves daños internos.

Cuando el proceso finalizaba, un médico debía certificar la muerte.

Aun realizando bien la ejecución, para los funcionarios no resultaba agradecida la tarea de separar la piel quemada del ajusticiado de la silla o contemplar como éste, al perder el control de los músculos en la primera descarga, se orinaba o defecaba encima.

Los casos de víctimas cuya cabeza salía ardiendo o en los que se quemaba el transformador y el condenado se retorcía en el suelo hasta que se arreglaba la silla, han sido siempre objeto de crítica hacia este sistema de ajusticiamiento.

Tras el récord que supusieron las siete personas seguidas electrocutadas en Kentucky en julio de 1929, la mayor electrocución masiva jamás realizada en EEUU, su uso comenzó a reducirse.

La cámara de gas terminó imponiéndose en la década de los 50 del siglo XX, posteriormente también se vio superada por la inyección letal.

Los políticos buscaban métodos más prácticos y económicos.

A pesar de que muchos estados la eliminaron, varios mantienen la silla eléctrica únicamente como una opción a escoger por el reo, como Alabama, Florida, Carolina del Sur, Tenessee o Virginia.

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