Hace justo una década, el 3 de septiembre de 2006, España entera vibraba frente al televisor. El motivo del júbilo de todo un país no fue un éxito de la selección de fútbol, entonces todavía abonada a la maldición de los cruces en los grandes torneos. Tampoco uno de Fernando Alonso, en plena lucha por su segundo Mundial de Fórmula 1, o de Rafa Nadal, que empezaba a reinar en las pistas de tenis. Por una vez, quienes desataron la euforia colectiva de los españoles fueron los chicos del BA-LON-CES-TO, que diría su entrenador, Pepu Hernández. Porque, por primera vez, conquistaron el oro mundial en Japón tras derrotar a Grecia en una final teñida por completo de rojo y gualda (70-47).
