¿Por qué perturba la desnudez?

Ensayo social: Desvísteme…

Tatia Pilieva: «Pedí a desconocidos que se desnudasen mutuamente y se metiesen en la cama únicamente con ropa interior; tapados con una sábana para captar sus actitudes».

La cineasta grabó Undress Me (Desvísteme), como secuela del viral First Kiss (Primer Beso). La realizadora le pidió nuevamente a 20 desconocidos que se desnudasen mutuamente y se metiesen en la cama sólo con ropa interior y tapados con una sábana para captar sus actitudes.

Así como en el primer vídeo donde se besaban, en estas escenas que se han vuelto virales en YouTube, ahora las reacciones también son muy variadas, primero los hombres y mujeres están ante una cama esperando a quien será su acompañante para quitarle la ropa.

Mientras algunos hacen una conversación natural antes de comenzar, otros se ponen nerviosos y no saben si deben interactuar antes de desnudarse. La mayoría lo hace con paciencia y entre risas por los nervios, unos incluso le rompen su ropa sin querer a sus contrapartes.

Según el propio clip, se trata honrar el experimento de 1957 cuando William Masters y Virgina Johnson le pidieron a hombres y mujeres que se desnudaras por la ciencia. Además fue hecho para promocionar una serie de Estados Unidos.

Al final ambas personas se deben acostar en una cama y meterse bajo unas sabanas, mira la variedad de reacciones que hubieron en el vídeo. Y por si no lo viste, te dejamos el primer vídeo de los besos.

REFLEXIONES

¿Qué tiene el desnudo —y el sexo— que causa un profundo rechazo o un apoyo irrestricto?

El desnudo es, tal vez, uno de los motivos más comunes en el arte plástico.

Las esculturas más apreciadas por los museos, y que pertenecen a la época gloriosa de Grecia y Roma, son desnudos tallados sobre mármol y piedra.

Casi todas ellas son representaciones de dioses, formas que contribuyen a su idealización: cuerpos fuertes, grandes, anchurosos, tan sólidos e inmortales como la roca de que se alimentan. En el arte clásico el desnudo está atado a este tipo de representación, que no configura ninguna molestia. La Venus de Milo muestra ambos senos y un abdomen, si se quiere, sensual.

El cuerpo es aquí una forma de la gloria de las deidades, el modo más sencillo de expresar que su valor supera al de los hombres.

La religión y la moral, sin embargo, hicieron lo suyo durante la Edad Media.

La posesión de material artístico por parte de las instituciones más poderosas del catolicismo, y también el extenso papel de la Inquisición, permitieron que la Iglesia controlara la censura de arte.

Cuando Miguel Ángel pintó las figuras desnudas de la Capilla Sixtina, el artista Daniele da Volterra fue el encargado de pintar hojas de parra sobre cada uno de los sexos de los ángeles: lo logró con casi todos, aunque en una restauración posterior fue posible recuperar la imagen de unos cuantos. Un papa estuvo a punto de eliminar todos los frescos: la academia de pintura de entonces lo convenció de lo contrario.

Otra obra de Miguel Ángel fue censurada de una manera similar. Cuando su ‘David’ fue puesto en una plaza pública, los transeúntes la abuchearon por una razón esencial: mostraba su pene. Una hoja de parra cubrió la obra original por algún tiempo, y también, en otros lugares, a algunas de las réplicas. El ‘David’ se convirtió pronto en un símbolo político de Florencia y una de las esculturas clásicas del Renacimiento. La postura frente a los desnudos, sin embargo, continuó por esa misma vía. ‘La maja desnuda’ obligó a Francisco de Goya a ir a juicio. La pintura se salvó y Goya fue absuelto por su amistad con un cardenal. A pesar de ello, fue ocultada en una colección privada por casi un siglo.

El historiador británico de arte Kenneth Clark habla en ‘El desnudo’ (‘The Nude’) de esta constante tensión en el arte. Jonathan Jones, crítico de arte del diario inglés The Guardian, dice esto sobre el texto de Clark: “Un cuerpo desnudo, argumentaba, es vulnerable y defectuoso, feo y decadente. La desnudez es ideal y generosa. No es un cuerpo real, sino imaginado”. Clark divide esta exposición del cuerpo humano entre desnudez y desnudo (en inglés, la división lingüística es más evidente: ‘nakedness’ y ‘nudity’). Sin embargo, Jones disiente con Clark y asegura que esta división es clásica pero tiene ciertos desajustes: “Lo que de seguro es errado en la idea de Clark es que separa arte y vida de un modo muy marcado. En arte, existen cuerpos desnudos quebrados, vulnerables, y existen chispazos de perfección física, de formas arrebatadas, en la desnudez. La vida también es así. Existe la belleza física, existe el amor físico, y hay momentos en que el cuerpo del amante alcanza la majestad divina”.

Quizá es aquella majestad cuanto asusta a los censuradores: la revelación, la puesta en escena del cuerpo como una de las formas esenciales humanas. Es muy probable que esa aceptación de humanidad, a través de la mera exposición, de la exposición del error —la asimetría de los cuerpos, su decadencia— sea un motivo suficiente para censurar una obra de arte. En ese entonces y ahora, el arte parece estar consagrado a la perfección de la forma, a pesar de que no exista tal. El arte contemporáneo se encargó de dilucidar la existencia de un nuevo cuerpo de maneras más sutiles y por ello, con mayor impacto.

La Olympia de Édouard Manet se convirtió en un objeto sexual en tiempos en que la apreciación del cuerpo parecía convertirse en algo común (los desnudos de Ingrès ya eran populares). La Olympia volvió a quebrar esa sensación: la orquídea en la cabeza de la mujer, sus tacones, la pulsera que encierra su muñeca, todo apuntaba a la sensualidad y a la exposición sexual de un cuerpo que parece dispuesto a ella. La mano sobre su sexo puede ser interpretada como pudor, pero más valdría, conociendo la París de entonces, afirmar que esa prohibición no es tan tajante: es apenas una insinuación.

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