La irrupción 'salvadora' de la tecnología en forma de Internet o de gadget

Gadgets: los estudiantes japoneses copian como chinos

Copiar en el 'gaokao' -la prueba de acceso a la universidad- es también un crimen incluido en el código penal, punible con hasta siete años de prisión

Chuletas dibujadas a boli en brazos y piernas, fórmulas a lápiz en las mesas, grabados en las caras de los Bic, papeles pegados en la cara interna de la ropa…

A pesar del paso de los años las clásicas estratagemas para copiar en los exámenes siguen vigentes.

Pero cada día más superadas por la irrupción ‘salvadora’ de la tecnología en forma de Internet o de gadget.

No sólo se trata de las calculadoras capaces de registrar todo tipo de fórmulas y textos, los bolígrafos con tinta invisible y luz ultravioleta, irrumpen sobre todo los smartphone y sus cientos de apps.

A pesar de tomar todas las precauciones posibles, profesores de todo el asumen con resignación su derrota.

  1. Tecnología ingeniosa: Algunos estudiantes han utilizado dispositivos electrónicos, como relojes inteligentes o auriculares discretos, para intentar obtener respuestas durante los exámenes. Sin embargo, la tecnología también ha avanzado en la detección de estas trampas, como el uso de detectores de dispositivos electrónicos o tecnología de bloqueo de señales.
  2. Notas en objetos inusuales: Se han reportado casos en los que los estudiantes intentan escribir fórmulas o respuestas en lugares inusuales, como en el interior de las tapas de las botellas de agua, en las etiquetas de las ropas, o incluso en las uñas pintadas.
  3. Trampas colaborativas: Algunos estudiantes han intentado colaborar entre ellos para intercambiar respuestas durante los exámenes, utilizando señales o códigos específicos. Los profesores y supervisores están cada vez más atentos a estas prácticas y buscan prevenirlas.
  4. Copias en objetos cotidianos: Se han registrado intentos de trampa mediante la impresión de respuestas en envases de chicle, en la envoltura de barras de chocolate, o incluso en pañuelos de papel. Estos métodos pueden ser difíciles de detectar a simple vista.
  5. Trampas analógicas creativas: Antes de la era digital, los estudiantes a veces utilizaban métodos analógicos ingeniosos, como escribir respuestas en pequeños trozos de papel y ocultarlos en la ropa o en el cuerpo.

Por mucho que obliguen a los alumnos a dejar teléfonos encima de la mesa o en el suelo durante las pruebas, la imposibilidad de cachear a los estudiantes en busca de ese segundo terminal del que hacen uso los más tramposos convierte en estéril toda acción de vigilancia.

Y frente a eso, cada país reacciona de una manera.

En Pekín, fuerzas especiales de seguridad transportan las preguntas de los exámenes, que son consideradas «secreto de Estado», por lo que su publicación antes de tiempo es un delito grave.

Además, copiar en el ‘gaokao‘ -la prueba de acceso a la universidad- es también un crimen incluido en el código penal, punible con hasta siete años de prisión.

Por si fuera poco, a los tramposos se les impide presentarse a ningún otro examen durante los siguientes tres años.

En el caso de las universidades españolas, mientras que la inmensa mayoría optan por suspender al alumno que es sorprendido con las manos en la masa, algunos centros van un paso más allá y contemplan en su reglamento que copiar en un examen es una falta grave que puede suponer una expulsión temporal de sus instalaciones.

Algo similar ocurre en muchas universidades de Estados Unidos, como por ejemplo la Universidad de New Hampshire o la prestigiosa Universidad de Harvard, donde los estudiantes pillados haciendo trampas se enfrentan a un año de suspensión como castigo.

Aunque parezcan duras, estas penas son mucho más laxas que las que se dan en otras partes del mundo, como Bangladesh, uno de los pioneros en tipificar como delito las trampas en los exámenes.

Todos los mayores de 15 años que allí sorprenden copiando, filtrando preguntas o adulterando notas o faltas académicas se enfrentan a entre cinco y diez años de cárcel. Se exponen a la misma pena los profesores que incurran en las mismas actitudes.

Donde tampoco se quedan atrás en materia legal anti fraude académico es en Egipto , donde imprimir, publicar, retransmitir o difundir las preguntas o respuestas de exámenes está penado con entre dos y siete años de cárcel, además de con una multa que al cambio oscila entre los 23.000 y los 45.000 euros.

Mucho más cerca, en Francia, tampoco se andan con chiquitas. Allí, un estudiante y sus tres compinches fueron acusados en 2011 de «fraude en examen público y violación del secreto profesional» por publicar en una página de Internet una prueba de acceso a la universidad antes del examen.

Un delito que está penado con tres años de prisión y una multa de 9.000 euros, según una ley que data de 1901.

En el lado opuesto a todos estos países se encuentra, o mejor dicho, se encontraba, India, donde cada vez que llegaban las temidas pruebas de acceso a la Universidad se repetían las estampas de familiares colgados de las ventanas de los centros donde tenían lugar los exámenes, para soplar las respuestas.

Tal fue el escándalo que suscitó la publicación en todo el mundo de una serie de fotografías que corroboraban este extendido fraude que en 2016 mandaban a prisión a una joven estudiante y otros 13 jóvenes acusados de copiar en un examen de fin de secundaria.

En Japón, que es donde han hecho el vídeo, las trampas en los exámenes están consideradas como una obstrucción de las operaciones de las universidades por métodos fraudulentos y pueden conllevar la cárcel, pero sólo si el infractor tiene más de 20 años.

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