Lo primero que nota un organismo que fallece es la falta de oxígeno

¿Por qué sigue siendo tan difícil determinar si alguien ha muerto?

¿La muerte cerebral implica estar realmente muerto?

Diferentes culturas, en el mundo, definen la muerte de manera distinta.

Y aunque la medicina moderna cuenta desde hace 40 años con el concepto de la muerte bajo criterios neurológicos -la cerebral o encefálica-, aún hay mucha controversia respecto a cómo determinarla.

¿Qué es la muerte?

Sin importar si eres mujer, hombre, animal, vegetal, hongo u protozoario hay dos constantes que te unen al resto de los seres vivos del universo conocido: Naciste y un día te vas a morir. No es una metáfora o romanticismo, es un hecho.

El primero, el nacimiento, está bien documentado por la ciencia, y es el proceso más interesante de la existencia, el segundo, la muerte, pese a lo macabro y funesto que representa, es igual de fascinante. Además, hasta donde la ciencia sabe, es definitivo.

Pero ¿Qué es la muerte y qué se siente morir?

La respuesta a estas dos interrogantes podría ser rápida: No estar vivo y se siente feo.

Porque sí se siente, no hay nada como “murió en paz sin sentir nada”, a menos que estés completamente drogado.

Aunque hay muchas formas de muerte, y de morirse muchas más, para el presente articulo nos ajustaremos al simple hecho del resultado, que es el mismo para todos los casos. Morir es no estar vivo. Punto.

¿Qué es morir?

Para entender la muerte primero debes aceptar que sabes muy poco de qué es estar vivo. No hay porque sentir pena, es algo que damos por hecho y en lo que pocas veces reparamos. A grandes rasgos, podemos decir que estar vivo es un proceso muy complejo de la naturaleza en la que un conjunto de moléculas se une para crear materia orgánica y se relacionan de forma interna.

Adquieren la capacidad de interactuar con su medio ambiente en un intercambio de materia y energía de una forma ordenada, teniendo la capacidad de desempeñar las funciones básicas de la vida que son: la nutrición, la relación y la reproducción. De tal manera que los seres vivos funcionen por sí mismos sin perder su nivel estructural.

Todos los seres vivos están constituidos por células. En el interior de éstas se realizan las secuencias de reacciones químicas, catalizadas por enzimas, necesarias para la vida.

A todo este proceso se le llama homeostasis. La muerte es cuando el proceso de la vida colapsa y todos los órganos dejan de funcionar.

La muerte de los humanos

Lo primero que nota un organismo que fallece es la falta de oxígeno. Se registra un descenso drástico en la perfusión de los órganos, lo que provoca que las células de nuestro cuerpo no reciban oxígeno suficiente. La vida supone un constante consumo de energía, y las células usan el oxígeno para transformar lo que consumimos en dicha energía.

Cuando el cerebro nota que no tiene suficiente oxígeno en la sangre, le dice a los pulmones que respiren. Si estos no pueden hacerlo, el cuerpo lo toma de los tejidos y se los da a los órganos que más lo necesiten en ese momento para mantener funcionando el sistema (puede ser el corazón, el hígado o el cerebro).

Si los órganos no reciben oxígeno todo está perdido.

¿Qué se siente morir?

Al paro respiratorio le seguirá el paro cardíaco (sin pulso). La actividad del cerebro disminuye y, de 4 a 6 minutos después, quedará dañado irremediablemente. Es en este periodo de tiempo cuando, en un último adiós, el cerebro se pone en marcha y produce alucinaciones como la luz al final del túnel o el recuerdo de los seres amados. No queremos ofender a nadie ni a sus creencias, es lo que los estudios han encontrado.

A la muerte cerebral (sin actividad neuronal) le sigue la Pallor mortis, palidez que ocurre en los 15-120 minutos posteriores a la muerte. A esta le sigue el Livor mortis, que es una coloración rojiza-amoratada de las partes del cuerpo, debida a una acumulación de la sangre en esas zonas.

Luego, la temperatura corporal desciende hasta el nivel del ambiente (Algor mortis). Nunca un muerto estará más frío que el medio que le rodea.

Dos horas después (aunque puede ocurrir 30 minutos tras el fallecimiento) los cambios químicos en los músculos causarán un estado de rigidez (del latín rigor) e inflexibilidad en las extremidades del cuerpo, esto es conocido como Rigor mortis. Mover un cuerpo en estas condiciones es extremadamente difícil. De las 24-36 horas después del fallecimiento, la rigidez es invencible a no ser que rompamos los tejidos. A partir de las 36 horas la rigidez desaparece paulatinamente.

Finalmente, iniciará la descomposición y los colores y olores que la acompañan. El color de los cadáveres en esta etapa se debe a que las bacterias oxidan la hemoglobina y producen metano y propano, gases que infiltran todo el cuerpo y lo inflan hasta que sus miembros se extienden, produciendo inflamación en los ojos, las venas, la lengua y los genitales.

La muerte no es el final.

Después de que te declaran clínicamente muerto, por que se ha dejado de respirar, el cerebro sigue alerta. Pueden pasar hasta 37 horas antes de que la última neurona de su chispazo final y pase al olvido. En ese lapso potencialmente una persona podría escuchar, si es que llega a estar consciente (cosa improbable) ya que el oído es el último órgano en perderse.

¿Quieren escuchar un dato terrorífico? Durante la Revolución Francesa, a los condenados a decapitación, cuando les cortaban la cabeza las tomaban y les enseñaban su cuerpo desprendido. Un último trauma antes de partir.

Pero hay otras cosas fascinantes en la muerte, como el hecho de que preservan la vida de algún modo. Por ejemplo, pese a que inicia el Rigor mortis, si se estimulan los músculos de un muerto con electricidad se moverían. Las células de la piel siguen vivas cuando el resto del cuerpo ha cesado sus actividades y lo harán hasta 12 horas después del último respiro.

Riñones, hígado y corazón pueden ser removidos para volverse a usar en otro cuerpo hasta 30 minutos después. Los huesos pueden usarse hasta 48 horas después y las arterias sobreviven 72 horas más.

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