¿Sabías que la sonrisa es una de las expresiones más siniestras del ser humano?

Detrás de este gesto, hay una realidad más siniestra.

De los 19 tipos de sonrisas -reflejados en un estudio de la Universidad de San Francisco, en California, Estados Unidos- sólo 6 se ocurren cuando estamos pasando un buen momento.

El resto se produce cuando sentimos dolor, vergüenza, incomodidad, horror o cuando estamos tristes.

Una sonrisa también puede significar desprecio, enojo, incredulidad, que estamos mintiendo o que nos sentimos perdidos.

Mientras que las sonrisas genuinas existen como una recompensa en momentos en que hemos hecho algo bueno para nuestra supervivencia, las que no están vinculadas con el bienestar tienen menos que ver con cómo nos sentimos y más con lo que le queremos mostrar a los demás.

«Algunas evolucionaron para mostrar que somos cooperadores y no una amenaza, otras evolucionaron para mostrarle a los demás, sin agresión, que somos superiores en la interacción del momento», le explica a la BBC Paula Niedenthal, psicóloga de la Universidad de Wisconsin-Madison, en EE.UU.

Muchas son un gesto amable para demostrar que estamos siguiendo las reglas, pero también pueden ser una forma efectiva de manipular a los demás o distraerlos de nuestros verdaderos sentimientos.

Con mucha frecuencia, este símbolo universal de la felicidad se usa como una máscara.

La sonrisa sentida

El neurólogo francés Duchenne de Boulogne fue uno de los primeros en tratar de decodificar esta expresión de múltiples propósitos, en el siglo XIX.

Duchenne estaba interesado en los mecanismos de las expresiones faciales y en cómo los músculos se contraen para producir una sonrisa.

Un paciente con insensibilidad facial que por casualidad conoció en un hospital de París resultó ser un sujeto ideal para su estudio que consistía en conectar una serie de electrodos a la cara del hombre.

Así, Duchenne descubrió 60 expresiones faciales que involucraban diferentes grupos musculares. Estas expresiones quedaron plasmadas en varias fotografías.

En las más famosas, el rostro del hombre aparece contorsionado en una gran sonrisa sin dientes. Se lo ve estúpidamente feliz, con los pómulos levantados y los ojos enmarcados por numerosas arrugas.

Desde entonces, esto es lo que se conoce como una sonrisa «sentida» o «Duchenne» y está asociada con sentimientos genuinos de placer y felicidad.

Esta sonrisa es prolongada e intensa e involucra la contracción de solo dos músculos.

Pero hay una pregunta que por más de un siglo -desde Darwin hasta Freud- desconcertó a los científicos: ¿son nuestras expresiones instintivas y universales o dependen de la cultura en la que nacimos?

La sonrisa del miedo

Una de las claves se encuentra en nuestros parientes más cercanos. De hecho, aunque la sonrisa sentida nos parezca hoy día un gesto natural, algunos científicos creen que pudo haber evolucionado de una expresión con un significado muy diferente.

«Cuando los chimpancés bonobos sienten miedo, enseñan los dientes y retraen los labios para mostrar las encías», le explica a la BBC Zanna Clay, primatóloga de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido.

Es un gesto de sumisión, usado por los individuos de menor estatus para tranquilizar a los miembros dominantes del grupo.

Y aunque no tendemos a asociar la sonrisa con la sensación de temor en los seres humanos, hay indicios que muestran que la sonrisa miedosa pudo haber permanecido.

En los bebés, una sonrisa amplia puede significar que están felices o alterados, y algunos estudios han demostrado que los hombres tienden a sonreír más cuando están en compañía de personas consideradas de un estatus superior.

La sonrisa triste

Hoy sabemos que, tal como suponía Darwin, la sonrisa es instintiva, pero no surge sólo para expresar felicidad. La «sonrisa triste», por ejemplo, (en la que la boca asume una forma asimétrica y el rostro tiene una expresión de tristeza profunda) es una expresión de estoicismo.

Durante décadas, se creía que este gesto habría sido aprendido, pero una investigación de 2009 de la Universidad del Estado de San Francisco descubrió evidencia de que está programado en nuestro ADN.

Tras analizar más de 4.800 fotografías de atletas que competían en los Juegos Olímpicos de Verano en Atenas, encontraron que los deportistas que que perdían en sus partidos finales tendían a producir estas sonrisas incluso si eran ciegos de nacimiento.

Moda

Y aunque pueda sorprendernos, la sonrisa genuina no siempre fue tan celebrada como ahora. En la Europa del siglo XVII, se consideraba inapropiado mostrar abiertamente las emociones: solo los pobres sonreían mostrando los dientes.

La «revolución de las sonrisas» finalmente despegó un siglo más tarde en París, impulsada por los nobles franceses que disfrutaban tanto la vida en los recientemente inaugurados cafés que volvieron a poner la sonrisa de moda, le explica a la BBC la periodista especializada en ciencia Zaria Gorvett.

Aunque este cambio de etiqueta, aclara, no se produjo en todo el mundo: en Rusia, por ejemplo, un proverbio muy famoso dice que sonreír sin motivo es un signo de estupidez.

Pero mientras que la necesidad de sonreír es universal, cuándo es aceptable y cómo se interpreta depende del entorno cultural.

Como de costumbre, Darwin estaba en lo cierto cuando dijo que aunque las expresiones faciales estén determinada por la evolución, «una vez adquiridos, estos movimientos pueden emplearse conscientemente y voluntariamente como un medio de comunicación».

Otros ejemplos de sonrisa

Derechos de autor de la imagen Beyond My Ken/Wikimedia Commons
Image caption Mona Lisa, una de las mujeres con una de las sonrisas más famosas del mundo.

Moderada: es un intento por controlar una sonrisa feliz y automática, para no dejar ver por completo la dimensión de nuestras emociones positivas.
Avergonzada: aunque es idéntica a la anterior, es fácil distinguirlas porque la persona se sonroja o por la situación incómoda que la precede. También suele verse acompañada por una inclinación leve de la cabeza hacia abajo y hacia la izquierda.
Calificada: es aquella que intenta suavizar una noticia poco agradable, como por ejemplo cuando la recepcionista le debe decir a una persona que estuvo esperando por media hora que la próxima cita disponible es dentro de un año. Es quizá una de las sonrisas más irritantes ya que obliga al receptor de la sonrisa a sonreír en respuesta.
De desprecio: indica una mezcla de disgusto y resentimiento. Es muy parecida a la de verdadero placer, excepto que las comisuras de los labios se muestran más tensas.
Maliciosa: surge cuando nos alegramos por la desgracia ajena. Por razones obvias, cuando sabemos que alguien nos está mirando tratamos de tapar la sonrisa con una expresión de enojo y lo que surge como resultado en un sonrisa rígida, típica de los villanos de las películas de terror.
Falsa: Duchenne decía que se podía distinguir la sonrisa falsa simplemente mirando a los ojos de la persona que sonríe porque según él, los músculos de los ojos solo se contraen cuando una sonrisa es auténtica. Ahora sabemos que la mayoría de la gente puede contraer una parte del ojo de forma voluntaria. Por eso para descubrirla hay que tomar en cuenta otros factores. Por ejemplo, si se produce de forma abrupta o permanece en el rostro demasiado tiempo, o ocurre demasiado rápido después de la frase que supone acompañar.
Coqueta: como la que exhibe la Mona Lisa. Desde hace décadas, los psicólogos consideran que la obra de Leonardo da Vinci captura un acto de seducción. La modelo sonríe radiante mientras mira a lo lejos, luego mira hacia el costado, esboza una sonrisa avergonzada y rápidamente vuelve a posar su mirada en la lejanía.

Este artículo fue publicado originalmente en BBC Mundo. Leer más

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