Imagino que ustedes se habrán percatado de que el periodista Antonio García Ferreras, cada vez que hace una conexión con su mujer y compañera de cadena, Ana Pastor, la llama por su apellido y viceversa.
Resulta algo chocante e incluso, me atrevería a decir, frío, que habiendo cercanía manifiesta, no se llamaran por sus nombres propios, Antonio y Ana.
Podemos entender que es simple protocolo, incluso algunos dirán que es una simple cuestión de educación y respeto mutuo, entre dos profesionales de raza, pero así y todo, no creo que la cosa cambiara mucho si el trato fuera más cercano y cálido.
Si tenemos en cuenta que ambos son periodistas transgresores y modernos, sería genial verlos actuar algo más naturales cuando interactúan en directo. Y aunque las muestras de afecto más profundo son cuestión de su intimidad, una mayor cercanía, no creo les hiciera ningún daño, ni a ellos ni a la dinámica de los programas.
No llamarse por los apellidos, como en la lista del colegio, sería un buen comienzo, vamos, creo yo.
¡Anímense!.