MEMORIA HISTORICA

Cuando Franco se ponía gracioso y le daba por contar chistes

Entre las muchas cualidades de Francisco Franco, que gobernó España con mano de hierro desde 1939 a 1975, no se contaba el sentido del humor, por lo que se agradece esta pequeña broma en Internet.

Franco, un hombre «soso» y «sin ningún sentido del humor», es el personaje de la historia de España que más chistes ha generado, asegura el historiador Gabriel Cardona, en su libro ‘Cuando nos reíamos de miedo, una crónica desenfadada de un régimen que no tenía ni pizca de gracia».

El humor fue «una herramienta contra la dictadura», «una forma de resistencia, una alternativa de oposición» al régimen, afirma Cardona (Es Castell, Menorca, 1938), doctor en Historia y ex militar de carrera por tradición familiar («mi familia era militar, católica y de las Jons», resume).

El chiste es un «chispazo» de la inteligencia. La mayoría eran de oposición y lanzaban sus dardos preferentemente contra la diana de Franco, pero también los había franquistas.

«Franco era un personaje que no tenía ningún sentido del humor, era tímido, terriblemente tímido», subraya, y «los tímidos siempre tienen miedo a meter la pata y él siempre tuvo un cuidado exquisito de no hacerlo».

El humor es «arriesgado, imprevisible, es el trapecio de la imaginación y Franco nunca se atrevió a exponerse a esas cosas tan peligrosas, siendo, además, como era, una persona muy preocupada por su fama, por el qué dirán», asegura.

Tras visionar las cintas del Nodo, Cardona afirma que sólo ha visto sonreír abiertamente a Franco en un par de ocasiones: cuando se encontró con Hitler en Hendaya, en la frontera hispanofrancesa, en 1940, y con Eisenhower en Madrid, en 1959.

Bueno, y también, añade, cuando Eva Perón visitó España en 1947, donde se la recibió con honores de jefe de Estado. Pero en aquella ocasión «sonreía más con la mirada, se le iban los ojillos».

El humor sobre Franco, reflejado en la prensa de la época

«Esa discrepancia entre el Franco soso, callado y sin humor y el español que se ríe a carcajadas por cualquier cosa es ilustrativa -reflexiona- de lo que era el régimen y su realidad social».

Una realidad en la que brillaban con luz propia «la trilogía del humor»: la revista La Codorniz, «el gran referente humorístico español durante muchísimos años»; el «gran humorista gráfico Antonio Mingote y, en la radio, Miguel Gila, «el gran dinamitador de la formalidad franquista».

A La Codorniz, fundada por falangistas especialistas en lanzar mensajes subliminales contra «esa España seca, triste y enjuta del clero y del Ejército», le sustituyeron al final del franquismo otras revistas con un humor más abierto, más radical, y que anticipaban los cambios políticos que llegarían con la Transición.

En 1972, un año después de que viera la luz Cambio 16, cabecera de un grupo periodístico que sería trascendental en la Transición, llegó a los quioscos el semanario Hermano Lobo, promovido por Chumy Chúmez, y con la colaboración de escritores como Vázquez Montalbán, Francisco Umbral y Manuel Vicent, y como dibujantes, con Forges, Jaume Perich, Manuel Summers, y más tarde con Ops (El Roto).

En 1973, apareció el también mítico El Papus, que se proclamaba «Revista satírica y neurasténica», fundado por Xabier de Echarri, y en 1974 salió Por Favor, como una escisión de Hermano Lobo, con Perich y Vázquez Montalbán en la dirección y con Forges, Máximo, Juan Marsé, Maruja Torres y Josep Ramoneda de colaboradores.

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